Friday, April 28, 2017

El Beato Romero, mártir de la “fe vivida”


AÑO JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:

Obra de Edgardo Trejo Alemán


#BeatoRomero #Beatificación

Esto fue publicado originalmente en CRUX.com (en inglés) el 25 de abril de 2017.

¿Es procedente la yuxtaposición entre los “nuevos mártires” y “los viejos mártires” en la Iglesia? Esta sugiere que mientras los mártires solían antes ser asesinados por odio a la fe, ahora mueren por “odium amoris” y otras formulaciones de los requisitos para el martirio del derecho canónico. Puede ser simplemente que los “Nuevos Mártires” nos parezcan “nuevos” debido a la novedad de que sus martirios han sucedido en el contexto cultural de nuestros tiempos modernos ...

El obispo colombiano Héctor Julio López Hurtado dijo a CRUX en 2015 que Colombia no tiene mártires como Santo Tomás Moro, el abogado del renacimiento inglés matado por defender la doctrina católica, pero que sí tiene mártires al estilo Romero, que fueron asesinados por negarse a abandonar sus puestos a pesar de los peligros de quedarse.

Pero, ¿existe tal abismo entre Moro y Romero? Los dos pueden no estar tan separados como podríamos pensar si nos fijamos en los fundamentos de sus martirios.

Moro fue declarado culpable de traición y decapitado durante el reino del rey Enrique VIII después de que se negó a reconocer la anulación del matrimonio de Enrique, o reconocer posteriormente a Enrique como jefe de la Iglesia de Inglaterra.

El santo afirmó que el Acto de Supremacía de Enrique era contrario “a las leyes de Dios y de su santa Iglesia”. Sostuvo que “ningún príncipe temporal” podría eliminar los preceptos legales establecidos en la Iglesia. Así, Moro murió como mártir por la supremacía de la ley de Dios sobre los caprichos de los hombres.

Romero murió el 24 de marzo de 1980 porque había pronunciado un punzante sermón el 23 de marzo, defendiendo a los pobres y pretendiendo “ordenar” al ejército “en nombre de Dios” de desafiar órdenes militares de matar a civiles.

Ante una orden de matar que de un hombre”, rumió Romero, “debe de prevalecer la ley de Dios que dice: ¡No matar! Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios”.

La sentencia de muerte de Romero fue sellada cuando pronunció esas palabras, porque el ejército salvadoreño—como los secuaces del rey Enrique—vio la defensa de Romero de la primacía de la ley divina como una afrenta inexpugnable al orden político del momento. Sin embargo—como en el caso de Moro—estos matices políticos de sus motivos no superan el hecho de que sus motivaciones incluyeron un animus contra la resistencia de Romero que venía inspirada por su fe.

Lea el resto de esta mi nota en CRUX.com (en inglés).

El Profesor Roberto Morozzo della Rocca, consultor histórico para la causa del Beato Romero responde con los siguientes puntos:

La dificultad ha sido que la práctica en la Iglesia Católica en los últimos siglos había alterado y restringido el concepto de matar en odio a la fe. Para Santo Tomás de Aquino, el odio a la fe se refería principalmente al odio a la fe vivida, es decir, al odio a la forma en que los cristianos vivían y practicaban su fe en la realidad. El caso de Romero no habría planteado una duda para San Tomás de Aquino: Romero fue asesinado por la fe que vivió, en el amor y en defensa de los pobres, en su llamado a la justicia, etcétera. Pero en los últimos siglos la Iglesia Católica, al reconocer los martirios, ha insistido más en el odio a la fe profesada que en el odio a la fe vivida. Es decir, ha visto a los mártires más como portadores de una bandera que como testigos de un modo de vida. Santo Tomás de Aquino cita el ejemplo de Juan el Bautista como un mártir de la fe vivida y no la fe profesada: su asesino no lo odiaba por la fe en sí misma sino porque Juan el Bautista le criticaba en nombre de la justicia. En mi opinión, ha sido correcto insistir en el odio a la fe vivida en el asesinato de Romero. Recuerdo que Karl Rahner escribió que Romero no había sido asesinado por odio a la fe sino por odio a la justicia, pero eso ha sido un error porque Romero insistió en la justicia por su fe y es esta creencia que sus asesinos atacaron cuando lo mataron en el altar mientras estaba a punto de consagrar el cuerpo y la sangre del Señor. Creo que la beatificación de Romero también puede ser importante para regresarnos a la tradición más antigua y auténtica que el odio a la fe se refiere al modo de vida de los mártires y no sólo a su tarjeta de identidad (es decir, sólo la fe profesada).

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