Thursday, September 01, 2016

El Beato Romero y Santa Teresa



AÑO JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017

Madre Teresa visita la casita de Mons. Romero en julio de 1988.

Cuando la Madre Teresa de Calcuta ganó el premio Nobel de la Paz en 1979, Mons. Óscar A. Romero de El Salvador, quien había sido nominado ese mismo año para el galardón, le envió un telegrama dándole la felicitación, en que deja saber que el arzobispo comprendió que ambos trabajaban por el mismo fin:
Madre Teresa de Calcuta, India. Alégrome Premio Nóbel condecore en usted [la] opción preferencial [por los] pobres como eficaz camino para la paz. Quienes generosamente deseáronme semejante honor siéntanse igualmente satisfechos [por] haber estimulado [la] misma causa. Bendígola. El Arzobispo. (Homilía del 21 de octubre de 1979.)
La pronto-Santa Teresa y el Beato Romero son ejemplares de la famosa dicotomía de Dom Hélder Câmara: «Cuando doy comida a los pobres me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres me llaman comunista». La Madre Teresa dio comida a los pobres y será llamada santa; Romero denunció por qué hay pobres, y fue “difamado, calumniado, ensuciado ... incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado” (Papa Francisco, Discurso del 30 de octubre del 2015).
En realidad, Romero y Teresa son dos caras de una misma moneda. Ambos comprenden, “la hermosa y dura verdad”—como dice Mons. Romero—“de que la fe cristiana no nos separa del mundo, sino que nos sumerge en él”. (Discurso al recibir el «honoris causa» de la Universidad de Lovaina, 2 de febrero de 1980.) Es necesario, nos dice, salir del templo, del santuario, a la ciudad, a la “polis”. Esta es la misma opción por los pobres de Teresa en 1948 cuando abandona el claustro de su convento y sale a las calles de Calcuta a ayudar a los ancianos, a los moribundos, y a los leprosos. Participando de su miseria, cuenta como sentía la tentación de regresar al albergue y la comodidad de su convento, pero tuvo la intuición de que, “Nuestro Señor quiere que yo sea una monja libre, cubierta con la pobreza de la Cruz”.
Tanto Mons. Romero como la Madre Teresa tuvieron que rodearse y empaparse en sus ámbitos no religiosos de un mundo sin Dios. A Romero le tocó sortear cadáveres de masacres campesinas, mientras que, la Madre Teresa tuvo que instalarse en un templo de la diosa Kali para dar muertes dignas, con ritos según las devociones de cada persona beneficiada, ya sean hindúes o musulmanes, de India, Pakistán, Etiopía, Tanzanía y otros lugares por Asia, África, Europa y Estados Unidos, donde sus misiones la llevaban. En esta inmersión total en esta dura realidad, de privación, lejos del sagrario y el altar, la Madre Teresa sufrió sentimientos de un vacío espiritual, hasta el punto de dudar la misma existencia de Dios.
Sin embargo, su propósito y motivación al emprender esta estancia en la austeridad es precisamente buscar a Dios, y a pesar de las acusaciones contra Mons. Romero de que había traicionado su misión religiosa y los sentimientos de la Madre Teresa de alienación espiritual, ambos encuentran a Jesús. “En ese mundo sin rostro humano”—nos dice Mons. Romero—se halla cara a cara con el “sacramento actual del Siervo Sufriente de Yahvé”. (Lovaina.) Y le hace eco la Madre Teresa cuando nos dice, “hoy hay tanto sufrimiento—y siento que la pasión de Cristo está siendo vivida de nuevo”. (Discurso Premio Nobel, 11 de diciembre de 1979.) “Él se vuelve el hambriento, el desnudo, el sin hogar, el enfermo, el prisionero, el solitario, el no querido … Hambriento de nuestro amor, y este es el hambre de nuestra gente pobre”. (Id.)
Ambos valoran al pobre de una manera que difiere de las formas anticuadas y paternalistas de entenderlos. Tanto Mons. Romero como la Madre Teresa se fijan en el pobre no solo como un beneficiario de nuestra generosidad (léase: lástima) o un sujeto que nos permite experimentar la caridad (léase: remordimiento), sino personas que tienen algo que ofrecernos, y cuyo valor intrínseco sirve para beneficiarnos. Los pobres nos ayudan a entender nuestro cristianismo: “poniéndose del lado del pobre e intentando darle vida sabremos en qué consiste, la eterna verdad del evangelio”, dice Mons. Romero. (Lovaina, supra.) Madre Teresa está de acuerdo: “Ellos nos pueden enseñar tantas cosas hermosas”, dice, recordando como los pobres en uno de sus centros de atenciones le confirmaron un aspecto de su misión: “El otro día uno de ellos vino a agradecer y dijo: Ustedes que han hecho voto de castidad son las mejores para enseñar planeación familiar. Porque no es más que auto-control y amor del uno al otro”. Este tema que era de debate entre expertos, sociólogos y teólogos, también era competencia de una persona pobre: “Y estas son las personas que no tienen nada que comer, tal vez no tienen un hogar donde vivir, pero son grandes personas. Los pobres son gente maravillosa”. (Teresa, Discurso Nobel, supra.)
Algunos han criticado el camino llevado por la Madre Teresa por ayudar en casos concretos pero no cambiar el sistema que genera desigualdades e injusticia. Según esta crítica, “los ricos y los poderosos la amaban”, porque ella no les exigía nada y a eso se debe su premio Nobel y su canonización, mientras que los teólogos que denuncian a los ricos son “depurados o suprimidos”. (Sara Flounders, Workers World, 25 de septiembre de 1997, traducido por Iniciativa Socialista.) Pero Mons. Romero defiende su postura, argumentando que tener corazones convertidos vale más que tener estructuras reformadas: “a la Iglesia no le importa que haya sólo una distribución más equitativa de las riquezas: le interesa que se dé esa distribución porque existe realmente en todos los hombres una actitud de querer compartir no sólo los bienes, sino la misma vida”. (Hom. 24 feb. 1980.)
Por su parte, la Madre Teresa reconoce la necesidad de hacer justicia cuando denuncia, “Cuando un pobre se muere de hambre, no es porque Dios no lo ha cuidado. Es porque ni tu ni yo quiso darle lo que necesitaba”.
La Santa y el Beato seguramente hoy se congratulan en el cielo por haber dado testimonio del espectro completo del amor a los pobres.

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